Un cielo claro azul de verano finalmente oscurece y el telescopio nuevo, instalado a toda prisa en el patio trasero,
provoca entusiasmo y expectación. «Lo compré para los niños», se dice a sí mismo
el papá, mientras supervisa con inquietud los esfuerzos de los dos jovencitos para centrar una brillante
Luna en cuarto crecienteen el buscador.
Han fijado el primer objetivo de la tarde;
Jaime ajusta la perilla de enfoque y se calla. De repente: «¡Guau, se ve igual que en Apollo
13!». Llegó el turno de su hermano menor, Cristóbal.
«¿Ves la Luna?», pregunta Jaime, impaciente
por ofrecer consejos basados en su propia experiencia de observación. Cristóbal se hace eco del
entusiasmo de su hermano, «¡Sí, y también veo todos los choques!».
La vista que ellos compartieron no fue muy diferente que esta imagen de una Luna de siete días, registrada
en julio de 2000 por niños y el personal en una sesión de observación en el
Campamento Espacialen Izmir, Turquía. A lo largo del
terminator, la línea entre la
noche y el díalunar, las sombras perfilan favorablemente los espectaculares cráteres —
causados por todos los choques.