Un cielo azul clarode verano finalmente se pone oscuro y el nuevo telescopio, instalado apresuradamente en el
traspatio, genera entusiasmo y expectación. «Lo compré para los niños…», se dice a sí mismo el papá
mientras supervisa con ansiedad los esfuerzos de los dos jovencitos para centrar una brillante Lunaen cuarto
creciente en el visor. Habiendo fijado el primer objetivo de la tarde, Jaime ajusta la perilla de enfoque y se queda callado. De repente:
«¡Guau, se ve igual que en Apolo 13!». Llegó el turno de su hermano menor, Cristóbal.
«¿Ves la Luna?», pregunta Jaime, impaciente por ofrecer consejos basados en su propia experiencia. Cristóbal se hace eco
del entusiasmo de su hermano, «¡Sí, y también veo todos los choques!». La vista que compartieron no era muy diferente
de esta imagende una luna de seis días, tomada en julio de 1995 por el
astrónomo Jim Hendricksonde Rhode Island. A lo largo de la
línea divisoria entre la noche y el día lunar, las sombras perfilan favorablemente
los espectaculares cráteres— causados por
todos los choques.